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La vida es un banquete de colores y sabores, formas, olores, sonidos, encuentros, emociones, experiencias... Hay de todo y no es lineal. Están el amanecer, la tarde, la noche... Existe caer y volver a levantarse. Perderse y volver a encontrarse.
Reír, llorar, amar, bailar de alegría, transformarse. Ver y dejar morir. Reciclar y reinventarse. Parir. Crecer. Ver venir los vendavales. Sonreír. Embelezarse.
Asistir al surgir de nuevas ideas, movimientos, intenciones. Cambiar, migrar, mudarse. Ilusionarse. Envejecer...
El cambio es la única constante.
Gozar del placer de vivir, implica zambullirse y revolcarse. Anclarse en el abrazo de un amigx, anidar en la belleza de un beso, respirar el aroma de una flor hasta el fondo del pecho. Disfrutar de una conversación. Darse la mano. Dejarse llevar. Quitarse las máscaras y los zapatos.
Sentir la vida pulsante dentro de nosotrxs y desplegar la identidad como un infinito origami. Como alas kilométricas.
La misma fuerza que nos impulsa a volar, es la que crea galaxias, mareas, terremotos y huracanes.
Somos parte de una red de vida.
La biodanza nos invita a un viaje de retorno al gesto y al movimiento, que anteceden a la palabra.
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